martes, 2 de junio de 2009

Mariposas en la panza

Sus tacos resonaron en la vereda, se atrevió a salir después de mucho tiempo, se atrevió a ser feliz de nuevo.
Las luces de los automóviles la encandilaron, y las miradas de la gente la hicieron sentir, tal vez, un tanto desubicada... pero no le importó demasiado, ni siquiera un poco. Por fin se había animado y eso era maravilloso.
Tener otra vez estas sensaciones, mariposas en la panza, brillo en los ojos y el corazón que galopaba fuerte al ritmo de sus pasos decididos.
Allí estaba, frente a aquel hombre que apenas conocía y que a la vez le era tan familiar, tan íntimo... quizá por haberlo soñado tanto...
Aquella mano viril rozando su pequeña cintura era lo único que hasta hoy había experimentado.
Las manos le temblaron, su cuerpo vibró al rodearlo, sabía todo lo que sucedería... ya lo había imaginado...
El sudor de ambos se confundió en el aire junto a los aromas y susurros del amor desesperado, sediento, enloquecido...
Se enredaron y entrelazaron cual figuras dibujadas en el lienzo de un pintor deseoso de pasiones, fuegos, volcanes y tormentas para amanecer, después de haber tocado las estrellas, con las luces de un dorado y apacible despertar.
Se marcharon con el dulce sabor atesorado en lo más íntimo de sus fibras... Un sabor que les alcanzaría hasta la próxima cita, hasta el próximo encuentro, hasta la próxima explosión de los sentidos.



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